Sobre Luto

Presentación:

Lectura en el ciclo "Obra en marcha" de Estudios de Poética en Función Lenguaje el 23.IV.15.

ESTUDIOS DE POÉTICA. Ciclo “Obra en Marcha”.
LECTURA DE LA POESÍA DE JUAN SOROS
Con la presencia de Edmundo Garrido y Olvido García Valdés, quien moderará el coloquio
Jueves, 23 de abril de 2015, a las 20:00

Aquí el vídeo de la presentación.



Reseñas sobre Luto (1995- ):


  • Agustín García Galán en su blog.



  • "Cápsula kino-poética" por Julius Richard en vídeo.


Aquí los textos:

  • José de María Romero Barea - 2 de marzo de 2015, 12 de marzo y s/f
La poesía es lo que se pierde en la traducción. La afirmación de Robert Frost no explica, sin embargo, por qué volvemos una y otra vez a algunos poetas difíciles. Por su estilo fragmentario, sus continuos juegos de palabras y sus alusiones recónditas, la poesía de Juan Soros se cierne sobre el borde de lo intraducible. A pesar de sus muchas dificultades, o tal vez por culpa de ellas, no podemos sino regresar a sus poemas.
Inquietante y al mismo tiempo irresistible es el hondo lamento de la sección “Cenotafios”, incluida en su primer poemario Tanatorio: “Urgía nombrar/ al demonio que me habita. // Urgía encontrar/ al mensajero de piedad. // Hermano, dije, Ángel. // Ya nunca estaré solo.” (p. 29). La página se vuelve piedra, el verso “camino oscuro/ cicatriz en piel y tierra” (p. 38). El poema es memoria sin nombre: “Epitafio es mi voz, / Lo que calla el trueno.// Huella de tu ausencia” (p. 41). El poder evocador de Tanatorio, su ritmo forzado, su música compleja, moran en esa árida región de la inspiración donde esperan las canciones que merecen ser cantadas, las que van más allá de lo humano.
Nacido en Santiago de Chile en 1975, Juan Soros (seudónimo de Edmundo Garrido) es Ingeniero Civil Industrial, tiene un Diploma en Estudios Griegos en la Universidad de Chile y es candidato a doctor por la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. En el año 2000 recibe el premio de poesía en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la Ilustre Municipalidad de Santiago. En 2002 publica su primer libro, Tanatorio. Sus poemas han aparecido en diversas antologías en formato de libro y CD entre las que destaca Cantares, nuevas voces de la poesía chilena, editada por Raúl Zurita en 2004. En 2005 recibe el premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile por su segundo libro, Cineraria.
En este poemario, la frialdad de la composición “Noli me tangere” se convierte en parte de nuestra memoria colectiva: “Dices que mis manos/ están heladas. // Dices que sólo un muerto/ tiene las manos heladas. // Me miras con horror. Temes/ a estas manos llagadas. // No te acerques, no preguntes. / Los muertos/ solo hablan de muerte” (p. 149). La música envenenada de “Oráculo de la nada” surge ligada al duelo. El poeta está en guerra consigo mismo y con su idioma: “Existen respuestas/ a todas las preguntas/ menos a una. // Pregunta de la aurora. // (Dedicarás los días que te restan/ a redactar esta pregunta)” (p. 180).
Tanatorio y Cineraria se incluyen en la colección Luto (1995- ), Ediciones Amargord, 2014, junto a los poemarios Reliquia y Ara. Proyecto en proceso, el libro recoge composiciones de todas las épocas de la vida del poeta chileno. En cierto sentido, los poemas actúan a modo de autobiografía, pero destilada hasta sus expresiones esenciales. El núcleo de su obra es el sufrimiento. Desde los primeros versos, que lamentan el dolor que produce la muerte, hasta los últimos, Soros elabora todo un arte de la pérdida.
Su poesía es la respuesta artística a la desaparición de los padres, la patria, la religión, incluso la cordura. Su relación con el dolor es complicada. La ausencia está de cuerpo presente. En el poemario Reliquia, la aflicción es una forma de salvación ética. En la composición “Pentecostés”, se opta por una interpretación literal de la disonancia. El poema es crónica de sus tensiones: “De rodillas: / una llama/ y una roca/ en las manos. // Palabra de humo/ en cadenas/ (por tres veces, /por mi culpa) // ante tu misterio” (p. 216).
Sus peculiares encabalgamientos, su sintaxis dislocada y neologismos nos remiten a Paul Celan. “Domingo de Pascua/ (Pesaj – paso)/ no el tuyo/ no el mío/ el rito de huida/ (Saltar sobre fuego/ sobre cenizas)/ al enlloc”, exhorta Soros, que se esfuerza en “Nevruz” (p. 242) por evocar la extrañeza luminosa del lenguaje. En Reliquia, los versos se retuercen en oscuros garabatos, negras colgaduras que son profesión de fe, aparato fúnebre, testamento. Sus líneas finales ofrecen una turbia visión de la felicidad: “MAÑANA SEREMOS FELICES” – pensé/ muerte – luego/ noche/ y/ luto (p. 281).
En el libro Ara, por último, el idioma cobra vida. La palabra se hace visión y sonido. Se ofrece una experiencia real de la poesía, de sus profundidades filosóficas, así como de las dificultades concretas que plantea. Ara nos ofrece una selección de dibujos y gráficos, muestrario de exequias, restos de un naufragio. Los resultados son increíblemente variados e inesperados. Consideremos las lúdicas inflexiones de “Tierra”; el dolorido trazo de “Aire”; la crudeza de “Universo”; el ingenio de “Melancolía”. “Este es el holocausto, / que arderá sobre el fuego encendido, / sobre el altar, toda la noche/ hasta la mañana. // Amanece. / Vete. // Guarda memoria”. El escalofriante poema “Rito final” (p. 303) se ocupa de la pérdida de la voz poco antes de la muerte.
A pesar de estas referencias, la imagen de Soros que emerge de Luto no es triste. Tampoco demasiado biográfica. Escuchamos la voz de un poeta para quien el dolor es una sílaba más, para quien el lenguaje es una forma esencial de pensar y de ser. Su escritura invita a la vida. Contra la advertencia de que no trasciende el idioma en que está escrita, un poeta políglota nos ofrece una lírica en progreso, consciente de su condición vagabunda entre fronteras, lenguas y épocas históricas. La poesía no es lo que se pierde en la traducción. La poesía es, en esencia, traducción. De diferentes maneras, a través de diferentes caminos, Soros nos dice por qué.
  • Agustín Calvo Galán - 4 de abril de 2015
El pasado 17 de marzo se publicó el obituario de Juan Soros en el diario El Mercurio de Santiago de Chile. Fue a morir a su lugar de origen. Yo lo conocí en la librería La Central del Raval de Barcelona. Vino hace ya más de un año a presentar la Obra Completa del poeta argentino Viel Temperley -que acababa de aparecer en la colección Transatlántica de la editorial Amargord-. Por aquel entonces yo desconocía su labor como poeta, una labor que ahora tengo entre las manos convertida en este Luto (1995 -    ), editado también por Amargord (2014).
Por tanto, Luto recoge toda la poesía de Juan Soros, que se divide en los libros que anteriormente había publicado: Tanatorio, Cineraria, Reliquia y Ara; todos ahora envueltos en un negro brillante y profundo. Me adentro en él y recorro la sumisión de la vida a la muerte, sin remedio, tal y como el poeta la ha querido experimentar, expresar, transformar: un luto colmado de citas, un luto limpio, de poemas exactos, sin florituras innecesarias, sin palabras huecas ni lugares comunes, un luto que se ha ido trabajando durante varios años, un luto lleno de referencias hebreas, griegas y latinas, de cultura destinada a que nuestra sociedad enmarque la muerte y su aparente sinrazón. Pero el poeta va más allá, consigue revertir la liturgia funeraria, hasta transgredirla:

Señor no soy digno / de que entres en mi casa / pero una palabra tuya bastará / para condenarme. (pág. 183)

Busca, también, la razón de la muerte en la muerte misma:

Déjate consumir por el fuego / para sofocar el incendio. / Morir para cesar de morir. (pág. 85)  

No se enfrenta el poeta a lo absurdo de preguntarse por la razón de la vida, sino que ahonda en la única certeza absoluta: en la cicatriz o el desasosiego de saberse destinado a volver a la tierra. Y en esa vuelta a la tierra, la lengua castellana tiene una frase demoledora para insultar a alguien: “no tiene donde caerse muerto”. Soros dice:

Para tener donde morir / vine a ti. (pág. 185)

Pues la muerte no es gratuita, como tampoco lo es el transcurrir por la vida: la divisa a pagar puede ser la nota de la funeraria tanto como lo eran en la Antigüedad dos monedas puestas bajo la lengua o sobre los ojos del difunto, como óbolo para Caronte, el barquero de la laguna Estigia que lo llevará hasta las puertas del Hades. 
Al fin, Luto no es solo un libro de poesía, sino una forma de experimentar la muerte, de desearla sin necesidad de morir o de suicidarse; una experiencia descrita, inconclusa, escrita desde el silencio pensado, caleidoscópico y trascedente del aquí y ahora, una experiencia que vivifica al poeta:

Escribir / es una forma de callar. (pág. 223) 

Aquel día que lo conocí, en la librería de Barcelona, desconocía incluso que Juan Soros era un seudónimo; ahora sé algo más, gracias a este Luto sé que no era tan solo un seudónimo, sino un trasunto o un alter ego de Edmundo Garrido -poeta chileno, afincado en Madrid-; una transformación de sí mismo, una vida amplificada para experimentar lo que muchos, a lo largo de la Historia, han querido: su propia muerte.

  • Alberto García-Teresa - 30 de Marzo de 2015
Juan Soros afirma siempre que su mejor obra es su catálogo; el catálogo que está confeccionando con mimo en la esencial colección de poesía Transatlántica (para poetas americanos, en la que se conviven Zurita, Santibáñez, Meyer, Milán o Fisher), así como en su melliza Portbou (para autores españoles) o en su propia editorial, Libros de la resistencia (con libros de ensayo, esencialmente sobre poesía).
Sin embargo, al mismo tiempo, este escritor chileno afincado en España ha ido construyendo una interesante obra de creación, rigurosa, personal, que se agrupa en su totalidad en este volumen (que recopila cuatro poemarios, incluyendo uno inédito). Esta se compone, por lo general, de piezas muy breves (sólo excepcionalmente llegan a los diez versos) que poseen una gran capacidad de síntesis y de resonancia. Existe, así, una perspectiva esencialista en la elaboración de sus textos. Además, en la poesía de Juan Soros el dolor constituye la vía de expresión. No en vano, sus poemas están repletos de léxico de los campos semánticos de la herida, pues el daño físico y la agresión al cuerpo se corresponden con la angustia existencial que atraviesa su escritura.
Tanatorio (2002) abre su trayectoria y también sienta las líneas maestras por las que discurrirán sus versos. Gira alrededor de la muerte de su joven hermano. La concisión y la parquedad en las palabras se pueden relacionar también con el mutismo por el dolor, con la obturación en la comunicación que el sentimiento produce. De este modo, la aflicción y los sentimientos de pérdida y de impotencia empujan una poesía escrita desde la desolación, de gran profundidad lírica, que provoca textos estremecedores. Destaca, asimismo, la abundancia de citas y referencias clásicas, que remiten a la mitología grecolatina y cristiana para abordar ese tema.
Su segundo poemario, Cineraria (2008), continúa las líneas y los tonos del anterior. Permanece la perspectiva de la muerte (“no ser hombre / sino morada / de otras muertes”) y, aunque pierde el enfoque concreto, se abre al problema de la comunicación de lo inefable, del silencio. Fundamentalmente, se trata de un poemario dominado por la desorientación, por la angustia ante el desconcierto. Al respecto, el anhelo de sentido palpita en sus versos. A su vez, existe una constatación continua de la presencia de la muerte, con la que llega a identificarse el “yo” poético. De hecho, la muerte se interpreta en ocasiones, además de en términos de vida arrebatada, como momento de sosiego, de término del dolor. A su vez, aumentan las referencias cristianas; el “yo” ubica su desasosiego (y el propio tormento) dentro de esos parámetros: “mi única esperanza es que Dios exista, aunque me condene”, concluye.
Por su parte, Reliquia (inédito) se trata de un poemario más rico. Filosófica y temáticamente sigue a los anteriores (la muerte como hecho condicionante de la vida, perspectiva pesimista y negativa de la vida, el pesar como eje expresivo, el cristianismo como referencia), pero avanza en los modos de enunciación y de búsqueda epistemológica. Superpone varios niveles de discurso y explora las posibilidades expresivas de la disposición de las palabras sobre la página. En esa línea, diversos poemas aparecen como fragmentos de un discurso más amplio (algo impulsado por la omisión ocasional de signos de puntuación o la supresión de mayúsculas), como si se tratase de extractos, de breves fogonazos de conciencia. Soros tensiona y agudiza en estas piezas la capacidad de resonancia del poema, optando por la sugerencia.
Finalmente, como cierre del volumen, se coloca un peculiar conjunto de páginas: Ara, máquina de memoria (2012). Esta obra constituye un ejercicio experimental de poesía visual, en la que juega con los elementos y con el recorte de piezas desplegadas, que apuntan a la necesidad de la interacción del público, de los individuos, para construir la realidad.


  • Aldo Alcota - 12 de agosto de 2015

Frenética oración cargada de revelaciones: "Luto (1995- )", de Juan Soros

El autor chileno publica con Amargord Ediciones 
El poemario Luto (1995- ) de Juan Soros (su verdadero nombre es Edmundo Garrido Alarcón) ha sido publicado por Amagord Ediciones. El poeta chileno afincado en Madrid aborda en él el tema de la muerte, la pérdida de un ser querido, y lo convierte en una frenética oración poblada de referencias que ondean en un mar de revelaciones. Todo escrito durante años. Con vehemencia. Por Aldo Alcota. 
“La sombra interminable sobre el mantel de lino: se 
derramó”
José KozerEl carillón de los muertos.
 
“No hay nada / Nada fue nunca”
Gregory CorsoEl feliz Cumpleaños de la muerte.
 
“Señor, confieso mi nada”
Juan SorosLuto (1995-    )
 
Vida y muerte entrelazadas dentro de un cuadro de Francis Bacon. La rotura estremece, ahoga e inmoviliza. “La vida es chocante” dice el artista inglés. La realidad corroída por lo mortífero de la noche. Un retrato encarnado tritura con su quijada el desconsuelo del recuerdo. La obra aparece. La palabra pintada predice su no finalizar. Continúa su recorrido al igual que la caminata de un exhausto profeta por el desierto. El poeta chileno Juan Soros despliega un manto negro y lo pisa y trata de bordar un verso descalabrado, una cicatriz cuando la sangre absorbe su propia sangre: “Mi garganta se secó / mi voz se enlutó”.

El libro Luto (1995-    ) es una acción de la ausencia, el deambular de un penitente, la oración cubierta de cenizas, una evocación por la pérdida de alguien muy cercano, un ángel y una sombra a la vez que intentó levantar sus brazos para clavar sus uñas en el firmamento.

Soros hila cuatro poemarios (TanatorioCinerariaReliquia y Ara) en un corazón negro, un volumen que reúne casi dos décadas. Todo vibra en una dilatada elegía: “De mi culpa hice oficio, / de mi dolor, hogar. / Mi huerto es tu memoria, / aquí espero la muerte”. Se propaga un ritual en el cuerpo del poemario, una reiterada alusión al fin, un lenguaje en la hoguera que ilumina las tumbas.

Se cincela el silencio rocoso tras el arrebato de alguien amado. Una plegaria pintada en un espeso suceso y los pronósticos de Soros manan cuando la oscuridad se avecina como un depredador: “En países lejanos, / la Palabra / termina en una cruz”.    

Los poetas se miran en el espejo de la muerte. Puntas huesudas atraviesan sus cánticos. Todo verso gravita en una embocadura mortal. Novalis hace rodar su tristeza: “En su tumba termina nuestra vida; / miedo y dolor invaden nuestra alma”. El espanto se vuelve episodio de lo “maravilloso”:

“Yo he entrado en una tumba blanca y he comido en ella carne brillante de pez”. Los que ya no están son desafiados a volver nuevamente a través del temblor de Stella Díaz Varín: “Los obligo a mis muertos / En su día. / Los descubro, los transplanto / Los desnudo / Los llevo a la superficie / A flor de tierra”. Una larga creencia seguida Soros. A través del cristal pronuncia el pesar de la llaga, úlcera metálica ensamblada a la madera, aglomeración del llanto aplastado por una espátula de clemencia. Su brusquedad exige ser expuesta en la inclemencia de los días que pasan hasta diluirse: “Escribiré poemas muertos / para anunciar a las bestias / la cólera de Dios”.  

Hervidero de citas

El desamparo busca un ruego que sea escuchado por la vida. La nada y el vacío rodean al que carga con sus muertos. “Mártir de la nada” advierte Soros. Y su intento por retar a los demonios se vuelve una inhalación performativa. Un demonio es a la vez un ángel y su luz merodea en la austeridad de una sepultura.  

Luto (1995-    ) es un hervidero de citas literarias, artísticas, musicales, cinematográficas, filosóficas, mitológicas, cabalísticas dentro de una composición donde tienen también un gran protagonismo las referencias bíblicas, la cultura grecolatina, la variedad de lenguas, la poesía visual y al inicio del texto la seña duchampiana hecha cicatriz de un fatídico acontecer y transfigurada en una letrea hebrea. Imagen del origen y del azar: 

“Mi corona es una cicatriz. / (no fui digno de espinas)”.  

Nadie puede ser olvidado. En cada meditación, al irse el día, vuelven a la vida. Aludir a los perseguidos, a los que han sufrido, los que no están mientras el tiempo se suicida. La palabra es una vela encendida frente al corredor del padecimiento donde aparece Miguel Ángel Hortal (amigo de Soros) Jesucristo, Robert Desnos (poeta muerto en un campo de concentración), las víctimas de la Shoah y todos los que han descendido al silencio y que esperaran una llamada cuando haya desvelo. 

Cada minuto alguien es crucificado y otro ve aquello con estremecimiento, con un puñado de tierra en cada mano, arrodillado. Un diálogo entre dos, una confesión, un volver atrás aunque sea imposible, un pacto eterno, un encuentro en el sueño, una complicidad desmenuzada, una petición de apoyo: “Cubre mis ojos con tu mano. / No me dejes ver los cadáveres. / No permitas que los estreche”

Un ser invisible necesita un consuelo: que digan su nombre. Derrotar al miedo y que se haga polvo. La letra se hace indispensable y brota una expiación antes que crezca el agobio. Pero la desdicha humana vuelve a esparcir sus trozos con una mordaza de griterío. Es el destierro a la intranquilidad. Fuga de la quietud e insiste un hambre de estar y no estar. Áspero terreno para una elucubración y decidir matar a un heterónimo. Luto (1995-    ) es zanjar una angustia y vagar en ella. “Viviré agotado / y tallaré en cada muralla / una palabra mesiánica: NEVERMORE”. La promesa del poeta entre los escombros de un lugar.  



Bibliografía: 

Juan Soros. Luto (1995-    ). Amargord Ediciones. Madrid. 2014.
Stella Díaz Varín. Los dones previsibles. Editorial Cuarto Propio. Santiago de Chile. 1992.
Juan Carlos Mestre. La tumba de Keats. Hiperión. Madrid. 1999.
Gregory Corso. El feliz Cumpleaños de la muerte. Visor Libros. Madrid. 2008.
Franck Maubert. El olor a sangre humana no se me quita de los ojos. Conversaciones con Francis Bacon. Acantilado. Barcelona. 2012.
José Kozer. El carillón de los muertos. Ficción, Universidad Veracruzana. Xalapa, México. 2006.
Novalis. Himnos a la noche / Enrique de Ofterdingen. Ediciones Orbis. Madrid. 1982.